La situación política en España va más allá de lo convulso. A raíz de la sentencia de la Audiencia Nacional por el ‘caso Gurtel’, los acontecimientos no paran de sobrevenirse. Pero uno destaca por encima de todos: la moción de censura del PSOE de Pedro Sánchez para ocupar el sitio de Mariano Rajoy en La Moncloa.
Cierto es que el PP de Rajoy no goza de ninguna credibilidad. Salvo los datos macroeconómicos y laborales (aunque el trabajo precario es digno de otro editorial), el resto de indicadores (seguridad, justicia, política, educación, movilidad, infraestructuras, sanidad y un largo etcétera) son un desastre. Y la sombra de la corrupción en el PP pesa como una losa. Pero es igual de cierto que el PSOE de Pedro Sánchez no puede dar lecciones de nada, cuando a la vuelta de la esquina tiene el escándalo mayúsculo de los ERE y las sospechas de una financiación irregular en Valencia.
Y más todavía cuando la moción de censura se sustenta en el apoyo de nacionalistas catalanes y vascos -con Bildu de por medio- y un Podemos corrompido moral y éticamente. Una suerte de pacto con el Diablo es lo que propone Sánchez que viene a ser peor que lo malo que ya conocemos. Prácticamente, el último empujón al abismo de la ruina y la mediocridad. Esa es la propuesta del PSOE.
La moción de censura de Pedro Sánchez se sustenta en el apoyo de nacionalistas y un Podemos corrompido moral y éticamente
No hace falta ser un gurú para ver cómo los nacionalistas vascos y catalanes sacan todo lo que quieren y más -permitido por la clase dirigente- del esfuerzo de todos los españoles. Y en cambio España nunca ha recibido nada de los independentistas y secesionistas. Solo disgustos, atrasos y conflictos.
Por eso, malos compañeros de viaje censurador se ha buscado Pedro Sánchez, más preocupado por ocupar un sillón en La Moncloa que por hacer política de verdad. De arremangarse y trabajar por el interés en general y no el suyo ni el de los nacionalistas en particular.
Pedro Sánchez viene de esa cuna de donde también salía, por ejemplo, la alcaldesa de Getafe, Sara Hernández, que tiene lo suyo en la ciudad. De esa política mediocre de imagen y mensajes vacíos. De pactos con el Diablo con tal de calentar la silla y de no trabajar para el conjunto de la ciudadanía.
Pedro Sánchez viene de esa cuna de donde, por ejemplo, también salía Sara Hernández. De esa política de imágenes y mensajes vacíos
Hay que reconocer que si España está -como vulgarmente se conoce- hecha unos zorros, qué decir de Getafe, donde la morosidad del Gobierno de Hernández ya no solo afecta a empresarios, hosteleros y proveedores, como vienen padeciendo desde el principio de legislatura, sino que también la sufren los deportistas locales a los que se les agasaja por un lado y de cara a la galería en una gala, mientras se les adeuda lo prometido por otro.
Pero además, en el caso de Getafe, llama especialmente la atención cómo se cambia de criterio en materia laboral cuando, por ejemplo, al abogado Alberto Ganga se le reconocen sus exigencias, alfombra roja y se pacta con él una descomunal indemnización sin negarle ni una coma. Mientras a otros, como el exconcejal socialista Francisco Santos Vázquez, o los trabajadores de LYMA despedidos, no se les cede ni un centímetro y se les plantea batalla judicial hasta las últimas consecuencias. Las dos caras de ese PSOE de Pedro Sánchez y Sara Hernández.