A cualquier político que se precie de serlo no solo habría que pedirle que trabajase con denuedo en pos de mejorar las condiciones de vida de los vecinos y vecinas de su municipio -tanto de los que le han votado como los que no- sino también exigirle que se maneje con el decoro de quien ostenta un cargo público que, por cierto, no suele estar nada mal remunerado.

Sin embargo, de un tiempo a esta, parte hemos entrado en una espiral de radicalismo que afecta a prácticamente todos los estratos de la sociedad y que se ha colado de rondón en muchos de los espacios depositarios de la soberanía nacional, autonómica, e incluso municipal. Bueno, sobre todo municipal, como estamos teniendo ocasión de comprobar en muchos de los Plenos que se desarrollan en la zona sur madrileña.

Sin ir más lejos, el que tuvo lugar el pasado viernes en el salón de Plenos del Ayuntamiento de Getafe, donde el equipo de Gobierno conformado por el PSOE y Podemos certificó una vez más su escasa capacidad de encaje para las críticas y sus extemporáneas reacciones cuando los temas a tratar les resultan incómodos.

El Ayuntamiento de Getafe vivió otra tempestuosa sesión plenaria que volvió a retratar el autoritario talante del Ejecutivo local y dejó en evidencia al concejal de Urbanismo por su inaceptable comportamiento

La esperpéntica sesión plenaria alcanzó su cénit cuando se debatía un ruego presentado por los populares acerca del lamentable estado de la plaza de toros -del que en nuestra edición anterior les dimos cumplida cuenta con un completo y revelador reportaje fotográfico- . Desde la bancada del PP reprocharon presuntos insultos del concejal de Urbanismo, Jorge Juan Rodríguez, entre los que figuraban calificativos tan escasamente edificantes como “vagos”, “incompetentes” o “mamporreros”, por citar algunos de ellos.

La situación acabó de ‘salirse de madre’ cuando el presidente circunstancial del Pleno en ausencia de la alcaldesa, Herminio Vico, ordenó a la Policía Local que desalojara de la sesión al portavoz de PP, Carlos Pereira, al que según los populares ni siquiera había apercibido previamente. Una papeleta en toda regla para los agentes, que se vieron en una desagradable tesitura sin argumentos que la justificasen mas allá del ‘ordeno y mando’ de un Ejecutivo atornillado a la poltrona municipal.

A resultas de toda esta ceremonia de la confusión, y tras un receso, Vico suspendió el Pleno y ambas partes acabaron tirándose los trastos a la cabeza, en otro ejemplo palmario de todo aquello que no debiera nunca haber ocurrido en una Casa Consistorial.

Los responsables de espectáculos tan poco imitables hay buscarlos en todas las partes, pero en este caso ha vuelto a quedar ‘retratado’ el concejal de Urbanismo, muy criticado desde diversos sectores empresariales de la ciudad y que parece empeñado en dinamitar cualquier puente de cordura en un espacio tan respetado y respetable como debiera ser un Pleno municipal.

Y no vayan a pensar que es un caso aislado, porque en Humanes también tuvieron su función. Y en este caso el protagonista principal fue el portavoz del grupo socialista, Isidro Navalón, que resultó expulsado del salón de Plenos por intervenir fuera de su turno de palabra y ser llamado al orden hasta en tres ocasiones. Lo más curioso del caso es que tres de los cinco concejales socialistas se ausentaron de la sesión. Otra más.