Últimas fechorías de Pedro ‘El Indolente’, el terrorista intelectual de los españoles y el socialista que se ha cargado el socialismo

El circo, el bochorno, el peor plató de televisión, el reality show más cutre, el victimismo peor impostado, las marcas maquilladas o no de lo que no es un disgusto sino un obstáculo imprevisto; se ha superado lo que parecía insuperable. Acaso sorprenderse sea ingenuo e inmaduro, desmemoria acaso, porque en y con el señor Sánchez algo (o todo) venía ya mal de primeras: recordemos que es ese presidente que los socialistas, los de verdad, no querían. Otro asunto es que hayan acabado aceptando, algunos incluso soportando a Pedro ‘El Resistente’, aunque más bien deberíamos hablar de Pedro ‘El indolente’.

Sánchez ha titubeado en las dos últimas comparecencias, se ha trabado en un par de ocasiones, puede que alguna más, tras la aterradora, vergonzosa y vergonzante caída de Cerdán. O durante, que no ha terminado. Pero trabarse tan poco resulta casi inhumano. A lo que cabe añadir que no se le secó la boca ni la garganta, no necesitaba beber agua para continuar, no hubo de detenerse por vergüenza o ansiedad o desconcierto, no existió un solo silencio provocado por alguna emoción. Nada. Una vez más nada. Dinero ‘robado’, mujeres ‘cosificadas’, excesos insoportables, muestras y actos machistas; corrupción en casi todas sus formas. Si alguna falta, acaso esté a punto de salir, o no salga y haya ocurrido. Pero con lo que hay basta. Es más que suficiente.

Los ciudadanos estamos sufriendo vergüenza, humillación, indignación y repugnancia. No es que se condenen unos audios repulsivos, es que se nos trata como a verdaderos idiotas, manipulables y lelos, considerados capaces de escuchar lo que estamos escuchando, y sentir compasión ante un presidente, porque se ha quedado sin sus mejores amigos. Es ridículo, obscenamente ridículo. Y lo es para todos, esto no va de ideologías. El mal es mal para todos. Un asesinato, un robo, un atraco, una violación no son menores en función de lo que uno piense, no debería de manera alguna serlo, y no debería ser posible.

El sentimiento de imbecilidad cuando lo vemos y oímos decir «pido disculpas» no puede ser ajeno a persona alguna, sea la que sea su bandera, su color. Es un acto de terrorismo moral e intelectual hacia el ciudadano. Y aún así, lo tratamos con benevolencia. Porque Pedro ‘El indolente’ sigue sin calificar con la debida justicia la persona que al menos muestra ser el presidente. ¿Cómo se puede defender que la oposición te está asediando tras escuchar las declaraciones en el juzgado de su hermano? Eso no es que un medio haya descontextualizado, eso es una declaración y la hemos escuchado. No hay titular ni periodista al que culpar por opinar o informar mal. Esta vez no.

Y de aquella inicial tristeza en la primera comparecencia, en la que pudimos ver a un Sánchez con un incalculable dolor ante la pérdida de Santos Cerdán (sabrá él porqué), con quien «tanto quería» (que nos perdone Miguel Hernández); hemos pasado a una segunda, en la que la chulería se alzaba protagonista portadora de ese aire de victoria de quien dice «dar la cara» para no deshacerse de lo más preciado para él: su poder. El tono era triunfal, gana Narciso, cuando ha dicho que no habrá elecciones, porque las elecciones se celebran cada cuatro años y así va a seguir siendo mientras esté el gobierno socialista, «el de los avances», ha matizado.

Saber cómo va a pasar a la Historia es algo que los que ahora son adolescentes verán. Pero hay algo que puede que suceda y es que sea un caso de estudio para la psicología universal. Tal vez entonces ya se pueda dar el verdadero calificativo.

 

 

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