Se acabó lo que se daba. La moda de las confluencias ha llegado a su fin. Pasó en Leganés, en Fuenlabrada, en Getafe y, finalmente, en Pinto. El alcalde, hace unos meses, quiso negarlo, argumentando que el poder unía. Pero ese llamamiento a la unidad ha caído en saco roto a solo cinco meses de las elecciones municipales y si tenemos en cuenta el anuncio de Podemos Pinto de presentarse con su propia marca. Y además con una frase lapidaria como: “Podemos no es Ganemos, y ¡Ahora sí! Podemos Pinto se presenta”.

Golpe a la línea de flotación de un proyecto, el de Ganemos Pinto, que nació ya hundido. Y es que desde el primer momento que tuvo ocasión traicionó sus postulados, formando Gobierno cuando no fue la lista más votada. A partir de ahí, la mentira de este conglomerado de partidos continúo dejando en el camino división, dolor y mucha rabia. Y sino que se lo pregunten a la familia de Pintogym, vilipendiada y cuyo esfuerzo titánico contra la injusticia ha desenmascarado a quienes disfrazaban de algo nuevo lo viejo de siempre: esa política interesada, personalista y a la que le importa un comino las tradiciones de la gente y sus sentimientos.

Podemos no es Ganemos, y ¡Ahora sí! Podemos Pinto se presenta”. Golpe a la línea de flotación de un proyecto, el de Ganemos Pinto, que nació hundido

Pero volvamos al naufragio de Ganemos Pinto, cuyo último clavo lo ha apuntalado el propio Podemos con ese anuncio de divorcio a la italiana. Al igual que la película homónima ganadora de tres Oscar de la Academia en 1961, con ese imponente Marcello Mastroianni y esa bellísima Daniela Rocca. Esa comedia negra, ácida; una obra de culto y también de enredos, infidelidades varias y mucho lío, los personajes principales de esta trama han terminado por separar sus caminos.

Eso sí, en el caso de Ganemos y Podemos sin ningún glamour, poco humor y en perjuicio de un municipio, Pinto, que estos cuatro años ha vivido incrustado en la dejadez del Gobierno local y nada de progreso. Las luchas internas, como ha sucedido recientemente con la marca madre -véase el divorcio Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, con lanzamiento de cuchillos incluido- ha evidenciado el fracaso y la eterna división de la extrema izquierda. También en Pinto.

Cuatro años tirados a la basura que, por fortuna, las urnas podrán volver a encauzar de aquí a solo cinco meses, con las próximas elecciones

Es verdad que el cambio en la ciudad llegó en 2015. Pero a peor. Una administración que tarda siglos en contestar a los requerimientos de sus vecinos. Una gestión opaca y sin transparencia. Asociaciones vecinales ninguneadas. Nulo respeto a la oposición. Y así hasta hoy. Hasta el anunció de que “Podemos no es Ganemos”.

Otra mentira más pues si no son lo mismo, son almas gemelas que quieren en 2019 seguir llevando al precipicio a un municipio, Pinto, que antes fue la perla del sur de Madrid y hoy es una sombra decadente, por mucho que el alcalde saque pecho con la reducción de la deuda bancaria. Eso solo denota en un dirigente la máxima de: “superávit económico, déficit político”. Pues qué ha hecho con el dinero ahorrado si la ciudad está sucia, gris, y los pocos proyectos de inversión llegan de la Comunidad de Madrid. Nada. Cuatro años tirados a la basura que, por fortuna, las urnas podrán volver a encauzar de aquí a solo cinco meses.