2018 está siendo atípico en precipitaciones. No por su escasez, sino todo lo contrario. A pesar de arrancar con una de las peores sequías de nuestra historia, a finales de febrero llegaron las lluvias y no nos han abandonado hasta ahora. Y además de forma torrencial, como la de esta última semana.

Las tormentas van a continuar estos días, según la Agencia Estatal de Meteorología. Ya estamos avisados. Pero parece que en los municipios del suroeste estas advertencias pasan, cuanto menos, desapercibidas entre los responsables de la seguridad. Y es que cada vez que llueve de forma fuerte en esta parte de la región, se produce un caos en las infraestructuras que no deja títere con cabeza. Colegios inundados, más de lo mismo en garajes y subterráneos, calles cortadas y anegadas por agua y fango, alcantarillas in-capaces de tragar y la M-506 cortada al tráfico por balsas de agua. Y, como no, el vecino de turno es quien sufre todo este desasosiego una y otra vez.

Así pues, llueve sobre mojado en el suroeste de la Comunidad de Madrid. Una expresión tan castiza, tan nuestra, como las imágenes y vídeos que proliferan en redes sociales de vecinos denunciando las riadas, coches disfrazados de barcos y calles arrasadas por el agua torrencial. Ya pasó, justamente, hace un año con otra tormenta brutal que dejó la misma estampa que la de hace solo una semana.

Cada vez que llueve de forma fuerte en el suroeste se produce el caos en las infraestructuras. Siempre hay avisos, pero nunca respuestas

Una especie de Día de la Marmota que no sonroja a nadie. Por ejemplo, la M-506. Hace un año se acometieron obras por 2,5 millones de euros. Un presupuesto nada baladí pero que se ha evidenciado a todas luces insuficiente, viendo las imágenes del puente en el nudo de las piscinas de nuevo inundado. Sin olvidar las balsas de agua de los márgenes que obligaron, finalmente, a cortar la vía en ambos sentidos.

Ya en el corazón de Fuenlabrada, el puente de la calle Málaga, la calle Grecia intersección con calle Hungría, o la avenida de la Hispanidad, emulando a los canales venecianos y obligando a conductores a optar por el carril contrario para sortear el agua.

En Arroyomolinos, Humanes y Griñón, otro tanto. Por ejemplo, el patio del colegio Legazpi en Arroyomolinos, convertido en una piscina olímpica embarrada. Como los polígonos en Humanes, que no tienen bastante con las obras que traen por el camino de la amargura a los comerciantes sino que el agua también hace de las suyas colapsando el tráfico. O los arroyos de Griñón, a donde van a parar además las aguas fecales del municipio por unos colectores deficientes, para desesperación de los vecinos.

Lo más triste y descorazonador es que estas imágenes y vídeos de riadas que destrozan todo a su paso se van convirtiendo en costumbre, cuando deberían servir, por un lado, como ejemplo de la desidia e ineficacia de la elefantiásica administración y, por otro, como estímulo para trabajar y solucionar todo este caos del que siempre hay avisos pero nunca respuestas.