Entre los años 96 d. C. y el 117 d. C, el historiador griego Plutarco escribió una de las obras pioneras de la historia como Vidas paralelas, distendidas biografías de célebres griegos y romanos, a los que el filósofo emparejaba por alguna similitud. Hoy nos quedamos con un pasaje de la de Julio César, al que ‘confrontó’ con Alejandro Magno.

Según Plutarco, Julio César se divorció de Pompeya Sila porque ella asistió a una Saturnalia, orgía sexual que se permitían las damas romanas de la aristocracia en algunas oportunidades. Aquello de la ‘cana al aire’, que no entiende de sexos.

Tras anunciar su divorcio, las matronas romanas le pidieron al divino César revocar esta decisión porque, al parecer, ella había asistido solo como espectadora y no había cometido algún acto deshonesto. Y César contestó la que es hoy una cita digna de pasar a la historia: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo”.

A tales niveles de perfección llevó el general, cónsul y senador romano la palabra dignidad y honestidad, dos atributos que cualquier mandatario público debería preservar por encima de cualquier cosa. También la transparencia. Más si cabe cuando las dudas pasan a ser evidencias, y las sospechas, condenas.

En un Estado de Derecho, afortunadamente este último aspecto recae en los Tribunales. Y hoy un Juzgado ha condenado a cinco años de inhabilitación “para gestionar y administrar bienes ajenos públicos y privados” a la alcaldesa de Alcorcón, Natalia de Andrés, por la quiebra de EMGIASA, el reparto de dividendos de la empresa pública y la construcción del CREAA.

La dignidad y la honestidad son dos atributos que cualquier mandatario público debería preservar por encima de todo, más si cabe cuando las dudas pasan a ser evidencias, y las evidencias se convierten en condenas

La alcaldesa se niega a dimitir, porque se trata de una inhabilitación mercantil, que no política. Y además la sentencia no es firme. Legalmente hablando, no le falta razón. Ahora bien: ¿Y la honestidad? ¿Y la dignidad? ¿Acaso no merece Alcorcón, una ciudad de 170.000 almas, preservar estos atributos en quien hoy lleva su bastón de mando? Desde luego que sí, pero eso deben ser los vecinos quienes lo juzguen, pues un Tribunal ya ha hecho su trabajo y ha certificado, como ocurre en las democracias, que la ruina de la ciudad tiene nombre y apellidos.

En verdad, no le arrendamos las ganancias a la todavía alcaldesa de Alcorcón, puesto que debe ser muy duro pedir vía ordenanzas, impuestos y tributos a sus vecinos, que contribuyan con el bien común, cuando una sentencia dice claramente que tanto usted, como quienes formaban el Consejo de Administración de EMGIASA, en modo alguno pretendieron recuperar para el patrimonio de la ciudad la faraónica inversión del CREAA. Así se gestiona una ciudad, parece ser.

Ni que decir tiene Podemos, que venía a regenerar la política y ha acabado, viciado de poder, degenerando a una ciudad que tendrá oportunidad de hablar alto y claro. Nosotros, como en 2018, seguiremos informando.