
El relato: «¿Nunca se detendrá?
No lo ha oído. Ha sido al sacar el teléfono móvil del inmenso bolso en el que carga todo lo que cree que le puede hacer falta en la jornada de trabajo que le espera y que no es que se la haya impuesto nadie, es que ella se la ha preparado de esa manera. Hace, se dedica a lo que más le gusta, trabaja en su pasión, y ello le lleva a sobrecargarse en muchas ocasiones.
Cuaderno de tapas duras y hojas lisas, un libro de 500 páginas, dos bolígrafos azules por si falla uno, una bolsa con quitaojeras, colorete y barra de labios que jamás usa pero que le tranquiliza llevar, una cartera, dos juegos de llaves, tres gafas de ver (teme que se le rompa una patilla en el momento más inoportuno) y ninguna de sol, que es la que más necesita en estos momentos para protegerse del sol que cada día aprieta un poco más la ciudad, una bolsa de avellanas (por si le suenan las tripas o siente que ha de ingerir algo), caramelos sin azúcar que le aseguren siempre un buen sabor de boca…
Rescata el móvil, le lleva varios minutos y pararse en mitad de la calle, pues no es capaz de encontrarlo solo palpando, de entre todo ese simbólico cargamento. Define muy bien quién es Blanca lo que lleva en ese bolso blanco que ya no es blanco y que acusa cierta vejez, pero que le gusta demasiado para prescindir de él. A veces lo guarda en un armario en espera a decidirse a deshacerse de él, pero siempre acaba volviendo a usarlo.
Mira la pantalla del móvil con el temor a que lleve desbloqueada todo el trayecto que lleva andando y haya llamado sin querer, a causa del traqueteo y el vaivén de sus pasos con tacones, porque hoy es día de tacones. Antes siempre era el calzado que llevaba, pero desde hace años no es así. Ha sido tras salir del escondite cuando ha vuelto a calzarse en lo que fue seña de identidad de Blanca. Le da seguridad y ya han perdido las alturas las malas asociaciones del pasado.
Hay varias llamadas perdidas. Una de ellas, cuyo nombre guarda con iniciales solamente, es menos agresivo para Blanca ver las letras de su nombre y apellido que el nombre entero escrito en la pantalla. ¿Por qué esa llamada? ¿Por qué justo hoy, en ese momento? Los nervios no son un aviso, son una realidad. Disparo a la ansiedad, pero respira, se habla en alto para que sea más real, lo hace sin intención, pero la realidad es que lo hace siempre que necesita darse a sí misma una instrucción clara, precisa y sin posibilidad de no seguir. Blanca, espera, respira y cuenta, camina un poco y decide.
Las preguntas acerca de lo que ha podido provocar esa llamada se suceden en su cabeza. Tras unos pasos decide plantar cara; el miedo no puede ganar. No llama, eso no, sabe protegerse. Acude al lugar donde está guardado en el móvil, archivados, para que no irrumpa cada vez que le dé la gana o le entre un ataque de furia y rabia vengativa y rencorosa, y escribe sin más, aunque para ella conlleva un ejercicio de verdadera fuerza: “Tengo una llamada tuya. Dime”.
No tarda nada en responder; como cuando se está esperando con urgencia que alguien escriba un importante o determinantes mensaje. “Me equivoqué”. Piensa Blanca en que para equivocarse al llamar lo normal suele ser que ocurra porque es un número al que se llama con frecuencia. Un pensamiento determinado en parte por lo mucho que lo conoce.
-Es obvio, Blanca, que estás en su mente hasta tal punto que te llama para que sientas su presencia. Al hacerlo, sabe que tú le escribirás, y con ello su narcisismo queda satisfecho. Es su manera de que no olvides. Llevas mucho tiempo sin responder a ninguna de sus provocaciones. La indiferencia es insoportable para él.
-Pero, abuela, ¿por qué no se olvida de una vez? ¿Es que no se da cuenta de que yo ya no soy esa persona sometida a su voluntad? De acuerdo con que el susto me lo llevo, pero nada más. ¿Nunca parará?
-No, y él te lo dijo: “En un hospital es donde tienes que acabar. Y no me detendré hasta conseguirlo”.
-A todo esto, ¿me llevas acompañando desde que he salido de casa y no me has dejado verte hasta ahora?
Su abuela sonríe y se desvanece. Objetivo conseguido: Blanca no ha sido zarandeada por la llamada, cada vez está mejor, es menos susceptible de que le quiten la paz que tanto ha trabajado y de la que tan orgullosa debería sentirse. Ella lo está. Debería decírselo, expresar el orgullo que le inspira su camino, sus pasos, lo conquistado. No ha dejado jamás de pelear por lo que más complicado era: estar bien.