Lorenzo Silva: «Parece que el que te la clava es el listo, pero yo creo que no es así; a largo plazo está labrando su propia desgracia»

Hablamos con el que es ya referente indiscutible de nuestra narrativa, Lorenzo Silva, de su última obra publicada, Las fuerzas contrarias (Destino). Con ella, la número treinta de su querida saga policial protagonizada por Bevilacqua y Chamorro, atraviesa de frente el escenario tabú: la pandemia.

Antes de hablar de su última obra, me gustaría preguntarle por su experiencia en el mundo de las series.
Sí, he estado unos años en el mundo de las plataformas audiovisuales intentando sacar adelante otros proyectos, y en esos lugares el criterio del artista pesa poco y menos.

¿Qué buscan?
Quieren que hagas cosas que cuadren en sus plantillas. Y la literatura es un espacio de libertad individual. Puedes hacer las cosas; luego tienes éxito o no, pero al menos puedes hacerlo, en otros ámbitos no puedes ni empezar. He escrito dos series enteras, pero no se han rodado ni se rodarán, porque no han entrado en sus estándares. En la creación literaria puedes llegar hasta el final, sin tener que satisfacer a nadie, y la obra existe. Luego tienes que encontrar un editor. Yo desde hace 30 años tengo editor. Después tengo más o menos éxito, pero eso no me obsesiona.

Bueno, es que usted tiene bastante éxito…
Sí, pero me refiero a que hay libros con los que tengo más éxito que con otros. Con los que tengo menos éxito llego al número de lectores suficiente para que eso merezca la pena.

¿Está más orgulloso de los libros que han tenido menos éxito?
Sí, pero ¿cuál es el éxito? Sé que con Bevilacqua puedo aspirar a muchos lectores, pero con otros, 1000 es bastante.

Muchos querrían llegar a mil
Es que la literatura te da esa libertad. El que diga que hay límites es porque se los impone. Yo he publicado 87 libros y lo he visto. Hay libros que pensé que no iba a leer nadie y sí los han leído, alguno se ha vendido una barbaridad incluso. El que está aquí el peor pecado que puede cometer es acoquinarse, hay que atreverse.

La dedicatoria del libro, «Para Noemí, mi defensa ante las fuerzas contrarias», es preciosa.
Yo en los libros me lo curro todo. Los paratextos también son pequeñas obras literarias. Intentar construir una obra literaria con dos o tres palabras, incluso con una es complicado. Yo tengo un libro que se llama Púa, una sola palabra, pero en castellano es muy polisémica.

¿A usted le han llamado ‘púa’ alguna vez?
No. Un ‘púa’ es alguien de quien hay que cuidarse. Yo he intentado no ser un ‘púa’. Un ‘púa’ es una persona que siempre está maquinando. Una persona tortuosa y oblicua, y a mí no me gusta ser eso; creo que las cosas se hacen de frente, aunque a veces te la des.

¿Siempre elige la bondad, por muy desprestigiada que esté?
Sí, y la franqueza. Está demasiado prestigiada la oblicuidad, el que es astuto, ladino, el que te la clava. Parece que el que te la clava es listo. Y yo creo que quien te la clava no es listo, puede tener cierto éxito en el muy corto plazo, pero a largo plazo se está labrando su propia desgracia. Y la vida es larga. Fíjate en el sainete de actualidad que tenemos, son un mojón de gente experta en clavársela unos a otros, y mira dónde están todos, en un lugar donde nadie querría estar.

Sí, pero los hay que se libran, ¿no le parece?
Bueno, ya les llegará.

A veces están destruidos por dentro…
Yo creo que el peor castigo es el momento en que ves una persona que va de frente y a la que le va bien. Eso tiene que doler, porque hay mucha gente que va de frente y le va bien.

Lo más importante, aunque no te vaya bien, ¿no cree que es estar bien profundamente?
Sí, porque, además, a partir de cierto momento la vida no te lanza más que adversidades. y si ahí tú no tienes una cierta fortaleza o conformidad con quién eres, las adversidades te parten por el eje.

¿Cuáles son las fuerzas contrarias para usted?
En la novela, la historia de un par de investigadores, la fuerza contraria es el crimen o el criminal. El crimen siempre es una mezcla de factores sociales e individuales. Cuando veo una acción criminal, me resulta francamente difícil decir que el que lo ha hecho es el culpable único. Es muy difícil decir que la única fuente de ese acto es su maldad. Hay otras fuerzas contrarias que están dentro de la propia estructura a la que pertenecen. A veces las maneras en que tienes que negociar con tus jefes, los medios que tienes o no tienes. Y hay una fuerza contraria que es uno mismo, nuestra inconsciencia, nuestra debilidad, nuestra torpeza. Esa es la peor de todas. Uno mismo es la fuerza más contraria que uno se puede encontrar.

El escenario, hay que ser valiente, porque ha pasado a ser en nuestra sociedad tema tabú: la pandemia.
Todo el mundo rehúye la pandemia. Por eso no hay series sobre la pandemia, tú metes pandemia en el algoritmo de Netflix y no te la producen. Esa ya es una razón para hacerlo. Para eso está la literatura, para indagar en una historia que no podemos eludir. ¿Me puedo saltar la pandemia? No. Es el acontecimiento más desgarrador y a la vez epifánico que ha vivido la sociedad española en el siglo XXI. Sería un contador de historias pésimo aparte de un gallina. En la sociedad española nos quedamos con un par de mantras y así lo resolvemos todo. Lo hicimos con la guerra civil y con el terrorismo.

¿Y ahora lo hacemos con la pandemia?
Sí, y es igual que el mantra sea positivo o negativo, lo que importa es que sea facilito. Yo creo que en un país tan acostumbrado a esos resúmenes confortables hay mucho sitio para que un contador de historias busque un resumen menos confortable. En una historia compleja nadie sale del todo bien parado, y eso está bien para contar historias.

En el «y fueron felices y comieron perdices» no hay historia, ¿no?
Claro, y es que fíjate cómo la pandemia puso al descubierto facturas y fracturas. Y una es evidente: vino después de diez años de ahorros en el sistema sanitario. Enterramos a 150000 compatriotas. Era interesante explorarlo, y en la novela está todo eso. Tuvimos la sensación de que si las cosas se hubieran hecho antes mejor, no nos habría rebasado tanto. No se puede rehuir lo oscuro, pero yo no escribo novelas para que el lector se vaya deprimido por las noches a la cama. Se puede hacer eso con la literatura, pero no está obligada la literatura a hacer eso. La literatura no está obligada al acercarse a un hecho oscuro a deprimir al lector. En lo peor de la adversidad hay comportamientos para la esperanza.

No elude la vejez tampoco…
No, una víctima es una anciana y tiene una amiga que también lo es. Hay otros personajes a los que también les toca la hora de la retirada: o bien porque se acerca o bien porque tienen que retirarse. Es ese momento en el que uno tiene que saber que su partida se ha acabado y se tiene que levantar y aceptarlo. Y hacerlo sin reprochar a nadie. Pero qué difícil es que la gente acepte que no está para siempre. Ocupar tu sitio con el mayor decoro mientras estás. Y saber dejarlo con el mayor decoro. Irse sin escupir a la gente. En la pandemia vimos cómo se fue una parte enorme de una generación que no pedía cuentas, que no te reprochaba, que no te pedía que le dieras las gracias, que aceptaba lo que eras aunque no le gustara o no lo entendiera. Esa lección y ese ejemplo es algo que hay que recodar. Porque ahora estamos rodeados de generaciones de quejicas, agraviados, afligidos y afrentados. Pero si la vida mete cornadas a todo el mundo…

¿»Al cabo de los años lo que queda en el recuerdo es solo lo que nos mordió el corazón»? Lo cito textualmente.
Sí, es un aprendizaje de la edad. Ves la vida en el arco grande y muchas cosas que parecían muy importantes tienen una importancia insignificante. Te das cuenta de que lo que conserva vividez es lo que ha pasado por la emoción.

¿La mayor dificultad al abordar una historia tan contemporánea y a la vez tan emocional?
La ficción criminal tiene un potencial que ha funcionado desde los orígenes del género que es poder construir un hecho literario que trascienda el hecho que estás narrando a partir de la contemporaneidad. Y eso es difícil.

Pero es papel de la novela negra hacerlo.
Sí, la ficción criminal lo consigue. A través de la investigación de un hecho criminal puedes ir mucho más lejos. La parte emocional es siempre complicada. Como las historias de amor, que resbalan con facilidad hacia la cursilería o la pornografía o el melodrama. Cuando manejas emociones, tienes que ser sobrio y preciso.

¿Qué es lo que más le gusta que le digan?
Cuando me dicen que al leerme se suben al coche con Bevilacqua y Chamorro. Me los he inventado yo, y son reales para ellos. No puedo pedir más.

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