Entre los años 1634 y 1635, Diego Velázquez culminó una de sus obras cumbre: La rendición de Breda, conocida también como Las lanzas, conservada actualmente en el Museo del Prado. Un óleo sobre lienzo que plasma la capitulación de los Paises Bajos a la España de Felipe IV, que recuperaba la importantísima plaza de Breda para la Corona.

Felipe IV encomendó el mando de 40.000 hombres al aristócrata genovés Ambrosio de Spinola, uno de los estrategas más importantes de la época. Pese a la resistencia neerlandesa, la plaza de Breda terminó cayendo. Los españoles reconocieron la heroicidad de los rendidos, a los que se trató con honor y dignidad. Y llegó la entrega de las llaves, inmortalizada, como decíamos, por Velázquez.

Siglos después ha sucedido a la inversa, pero sin honores ni dignidad. No en los Países Bajos, sino en Bruselas. Es verdad que con otro Felipe en el trono, pero ni punto de comparación. El caso es que España se ha rendido, y no a los centroeuropeos, sino a los separatistas que persiguen la desigualdad entre españoles y la inestabilidad del país.

La vicepresidenta del Gobierno en funciones, Yolanda Díaz, se reúne en Bruselas con el prófugo Carles Puigdemont, para hacer presidente a Pedro Sánchez. Sumar sacude el árbol y el PSOE recoge las nueces

La foto de la vicepresidenta del Gobierno en funciones y portavoz de Sumar, Yolanda Díaz, con el prófugo separatista Carles Puigdemont, pasará a la historia como uno de los momentos más bochornosos e ignominiosos de nuestra historia. Y todo para hacer presidente a Pedro Sánchez, el líder del PSOE, capaz de pactar con el mismísimo diablo para seguir usando unas horas más el Falcon. Un avión presidencial, por cierto, que tuvo mucho ajetreo por Bruselas estos días. Y eso que Moncloa salió rauda y veloz a desmarcarse de la reunión, aunque el propio Sánchez reconociera públicamente que su investidura está más cerca.

Porque el PSOE, por mucho que se desvincule de su socia de Gobierno, es el otro pintor de este cuadro sedicioso y mezquino, que pone a España a los pies de quienes buscan su destrucción territorial y económica.

Puigdemont tiene causas pendientes con las Justicia española por el Golpe de Estado del 1 de octubre de 2017, que puso en jaque a todo el país y se sufrieron en primera persona los cientos de policías y funcionarios que intentaron hacer valer la Constitución española en un territorio español. No es cosa baladí. Y reconocer como interlocutor válido a un prófugo como Puigdemont es echar por tierra cualquier defensa del Estado de Derecho. Es decirnos a los españoles a la cara que no somos iguales ante la Ley. Y todo por una investidura.

De aquí en adelante se van a tejer cuántas cortinas sean necesarias para perpetrar una amnistía y referéndum de autodeterminación que acabe manteniendo en La Moncloa a Pedro Sánchez, el maquiavélico presidente al que le vale cualquier medio para conseguir el fin. La economía española se hunde, la inflación no para de subir y los españoles no somos iguales ante la Ley. Pero qué más da todo eso, si Pedro Sánchez volverá a ser presidente del Gobierno.