Ni Urdangarín, ni las cuitas con Hacienda de Máxim Huerta. El bombazo informativo saltaba este martes con el anuncio del Real Madrid de que Julen Lopetegui sería el próximo entrenador blanco. Eso sí, una vez acabado el Mundial y tras pagar a la Federación Española de Fútbol 2 millones de euros. Lo mismo que Kubala en 1980, Luis Aragonés en 2008, Van Gaal en 2014 o Conte en 2016 -estos dos últimos nos mojaron la cara en fase de grupos y octavos, respectivamente-.

La Federación reconocía en un primer comunicado haber estado al tanto de las negociaciones, pero el presidente, Luis Rubiales, echaba fuego por los ojos. Era la personificación de la ira. Y movido por su ego y su soberbia, en contra de la opinión del vestuario, devolvía el bombazo del martes con otra carga explosiva el miércoles: echar a Lopetegui a dos días de jugar el Mundial.

Ese ataque de chulería de Rubiales, que nos va a costar 3 millones de euros como indemnización a Julen y dejar de cobrar otros dos porque el Real Madrid ya no pagará la cláusula, salva al club blanco de la quema. Así se defienden los intereses de España.

Y es que si el martes el Madrid era el responsable del fracaso de España -en caso de haberlo- en el Mundial, por negociar de profesional a profesional un puesto de trabajo; este miércoles Rubiales y su ego le quitan el protagonismo al conjunto merengue.

Ahora, Rubiales y su ego serán los culpables de un mal papel en Rusia. Porqué él y solo él ha decidido cargarse de golpe y porrazo, en contra de la opinión de los capitanes, al seleccionador y cuerpo técnico que nos ha llevado impolutos hasta la cita mundialista. Enhorabuena, Rubiales, por fin tienes el papel de protagonista que siempre deseaste, aún a costa de los intereses de España.