Esta semana Renfe informaba que durante el pasado año 2019, la puntualidad de los trenes del Cercanías de Madrid alcanzó el 97,06 por ciento. Añadía que este es el mejor dato registrado en esta modalidad de transporte desde 2015 y un aumento de un punto sobre 2018. Y remataba la información diciendo: “con mejoras en todas la líneas”.

La sensación de los viajeros, en cambio, ante esta afirmación categórica es simple y sencilla: Nos toman por tontos. No cabe otra opción. No hay más posibilidades. Y es que o te crees como dogma de fe lo que apuntan desde Renfe, que más que organismo público al servicio de todos -absolutamente todos- los españoles parece una extremidad más de la incompetencia del ministro del ramo: José Luis Ábalos; o como decimos, desde la entidad ferroviaria piensan que si tragamos con sus precios abusivos y su nefasto servicio evidenciable en cualquier hora punta, tragamos con todo.

También con esta -vamos a catalogarlo así- broma de mal gusto. Y es que como decimos basta con subirse a un tren del Cercanías Madrid. Háganlo en cualquier línea del servicio. La que sea. Y comprobarán como los retrasos van más allá de ese escaso 3% de margen de error que da Renfe a la puntualidad de sus trenes.

Según Renfe, la puntualidad de los trenes de Cercanías Madrid durante el año 2019 fue del 97,06%, solo un 3% de margen de error

Vamos, que según la entidad estatal son casi igual de infalibles que los preservativos, que a la vista de cómo vamos en los vagones, hacinados peor que sardinas en lata durante horas por la lentitud del convoy en muchos tramos, da tiempo hasta para que surja el amor entre pasajeros. Y ya si quieren emociones fuertes, aventuras épicas o historias cuasiapocalípticas, utilicen a cualquier hora del día la C-3, la C-4 o la C-5. Lo lamentarán después, pero la experiencia será poco menos que una odisea.

Bromas aparte, y ahondando en esta broma de mal gusto, la puntualidad del Cercanías, por mucho que quiera Renfe, es una auténtica vergüenza. Una tomadura de pelo. Y esa es la auténtica realidad que no puede tapar un organismo público con sus miserables datos.

La sensación de los viajeros ante los datos de la entidad ferroviaria es totalmente distinta, pues soportan a diario retrasos e incidencias en el servicio

Más aún, es reírse de los viajeros. Pero además en nuestra cara. Sin pudor. Una muestra más de cómo los poderes públicos, siervos del interés particular y no del común, parecen vivir en un universo paralelo al de la gente corriente. O peor aún, no haber cogido un tren en la vida. Pero ya se sabe: que la realidad no te estropee un buen titular. Y eso es lo que ha debido pensar Renfe con este avance.

Mientras tanto, las personas que utilizamos a diario el Cercanías de Madrid para llegar a nuestros centros de trabajo, estudios o quehaceres mundanos, sufrimos a diario las vicisitudes del servicio en forma de averías. Y para más inri, tenemos que soportar esta patochada de la empresa -pública- ferroviaria.

¿Qué nos queda? Pues parece que seguir tragando. No queda otra mientras el responsable máximo está más preocupado de Venezuela y sus maletas que de solucionar un ‘problemón’ por el que pagamos todos. Aquí da igual la ideología. La cuestión es tragar con las miserias de un ministro y su incompetente Gobierno. Ahora bien: ¿hasta cuándo?