EDITORIAL| Y al final ocurrió lo que todos sabíamos: la politización de una tragedia

Ya avisábamos hace unos días que la tragedia de Valencia corría el riesgo de ser utilizada con fines partidistas. No pasó ni una semana y ya era el arma arrojadiza de unos y otros. Unas idas y venidas que han culminado este pasado fin de semana con una manifestación masiva en el centro de Valencia exigiendo la dimisión de Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana.

Pero ojo, las críticas hacia Mazón no son injustificadas: el retraso en la activación de los servicios de emergencia, la falta de coordinación entre organismos autonómicos y estatales y la sensación de abandono de muchos ciudadanos que muchos ciudadanos sintieron en estos días de crisis son motivos suficientes para que la gente exija explicaciones y, si procede, su dimisión.

Nosotros siempre hemos creído firmemente que la gestión pública debe ser transparente y, cuando falla, los responsables deben asumir las consecuencias. Aclarado esto, debemos señalar algo bastante preocupante. Y es que este suceso ha dejado al descubierto dos cuestiones. Por un lado, la necesidad innegable de rendir cuentas de la nefasta gestión y, por otro, la deplorable politización de una tragedia que ha dejado a miles de familias rotas.

Mazón, culpable. Pero, ¿y el Gobierno?

Lo que comenzó como una protesta legítima por la falta de acción efectiva ante los devastadores efectos de la DANA, terminó por convertirse en un circo político impulsado por intereses izquierdistas y catalanistas. En el caso del primer grupo, lo más desconcertante es el papel del partido Socialista en todo esto. Lejos de buscar una salida consensuada o promover un discurso constructivo, ha permitido que sus aliados más radicales capitalicen el descontento. Como si de perros guardianes se tratasen.

Un buen intento (otro más) de desviar las críticas hacia el Gobierno central y que dejan en evidencia un claro intento de aprovechar el sufrimiento de los vecinos. No olvidemos que la catástrofe de la DANA también expone fallos en la respuesta del Ejecutivo nacional, y que muchas de las medidas de emergencia dependían en gran medida de los recursos del Estado.

Tampoco deja de resultar extraño que, días después de los altercados protagonizados por los vecinos de Paiporta, hayan aparecido por toda Valencia pintadas agradeciendo a Sánchez su ayuda. Bastante incomprensible y de mal gusto.

Por otro lado, no debemos dejar de lado la presencia y protagonismo de organizaciones independentistas en la marcha, clamando por un supuesto marco de «Països Catalans» y desviando el foco de atención hacia disputas identitarias. Exactamente, ¿en qué ayuda esto? Sinceramente, poco. Muy poco. Nada.

Cabe decir que gran parte de la manifestación reclamaba la dimisión de Mazón y la del presidente del gobierno por igual. Aunque, curiosamente, las acusaciones contra este último fueron apagándose conforme avanzaban las protestas y crecían los enfrentamientos con la policía.

Una vez más, grupos de extrema izquierda e independentistas salen al rescate. Cuatro detenidos 31 policías heridos es el precio a pagar. Así que lo que tenía que haber sido una muestra de unión contra la dejadez política, acabó convirtiéndose en una proclama de izquierdas. Mientras, ellos, los políticos, vuelven a librarse una vez más. Y van…

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